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Nuestra primera visita en El Salvador fue a la Embajada de los Estados Unidos, una inmensa propiedad que de acuerdo a Kristi una de las facilitadoras del viaje, era la embajada americana más grande del mundo. Después de un minucioso proceso de seguridad entramos a la embajada y tres funcionarios nos dieron la bienvenida y nos llevaron a un salón de reuniones en donde en donde nos presentaron un “power point” para explicarnos la situación actual del país y las diferentes áreas en donde los E.U. está colaborando. En especial fue mencionado “El Compañerismo para el Crecimiento” que es un convenio de colaboración entre El Salvador y los E.U. que se enfoca en la eliminación del crimen organizado, la seguridad nacional y el desarrollo productivo, entre otras cosas. Se nos explicó que el envío mensual de remesas de dólares provenientes de salvadoreños residentes en el exterior, principalmente en los E.U., alcanza el 17% del ingreso del presupuesto nacional. Si esa línea de ingreso se corta, podría generar un desastre económico en el país. Gracias a esas remesas los salvadoreños pueden disfrutar de una mejor vida. La ironía de todo esto es que este fuerte ingreso en la economía es invertido fundamentalmente en electrodomésticos, autos, comida, ropa, zapatos y también para pagar los préstamos que los salvadoreños tienen que pedir para pagar su viaje a los E.U. Así que la riqueza generada por las remesas se recicla hacia los bancos y compañías internacionales que producen esos bienes y que están localizadas mayormente en los países en donde los salvadoreños trabajan. Pensando en el “Compañerismo para el Crecimiento” le comenté a la funcionaria de la embajada que ese plan me recordaba la famosa Alianza para el Progreso lanzada varias décadas atrás por el Presidente Kennedy y que todos sabemos fue un fracaso. “¿Están ustedes tomando las precauciones para que esta iniciativa no falle esta vez?” – le pregunté y ella me contestó, “Es imposible garantizar que no va a fallar.” 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En El Salvador, visitamos el Ministerio de Relaciones Exteriores para conocer el trabajo del Concilio Nacional para la Protección de Migrante y su Familia (CONMIGRANTES). Esta es una institución pública autónoma sin fines de lucro conectada con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Salvador. “ConMigrantes” fue organizada a partir de varias instituciones de inmigrantes como una entidad para interconectar diferentes agencias del estado a fin de impulsar políticas para proteger a los migrantes y generar su desarrollo. El grupo fue recibido por una funcionaria de la organización. Ella explicó el trabajo que realizan para proteger los derechos de los salvadoreños que viven en otros países. “Sabemos que la ‘migración’ es un derecho pero ser forzados a emigrar es una violación de ese derecho” – dijo. Afirmó que “los emigrantes no son criminales y no deben ser tratados como tales”. Esto es aún más dramático en el caso de niños y adolescentes que viajan solos y cuya única motivación es la reunificación con sus familias. En los E.U. ConMigrantes ha desarrollado una campaña mediática para animar a los salvadoreños que están protegidos por el Estatus de Protección Temporal (TPS) para que renueven esa condición y no la pierdan. Este programa norteamericano le ofrece un estatus migratorio temporal a los nacionales de algunos países debido a las condiciones peligrosas de esos lugares. En 1990, el Congreso promulgó el Acta de Inmigración (IMMACT), P.L. 101-649, en donde se establece un proceso mediante el cual, el Fiscal General de la nación concede protección temporal a inmigrantes que están en los E.U. y que no pueden regresar debido a las condiciones de inseguridad en sus países de origen. Esas condiciones pueden ser producto de conflictos armados, desastres naturales y cualquier otra situación temporal y extraordinaria. Bajo este programa los salvadoreños recibieron protección en los E.U. La violencia generalizada en el país generada por las “maras” (pandillas) salvadoreñas es muy peligrosa y continua incrementándose cada día. Basado en esta realidad el gobierno de los E.U. renovó el TPS y animó a los salvadoreños que están protegidos por este programa en los E.U. a que renueven su status. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REUNIONES CON INSTITUCIONES RELIGIOSAS Y MILITARES

 

En Quetzaltenango, Guatemala nos alojamos en el Centro Católico de Retiros María del Camino y allí nos reunimos con el grupo de teatro popular “Historias de Fe.” Este es un grupo de seis mujeres de la Iglesia Presbiteriana en Guatemala. El grupo fue organizado por Jennifer Thalman Kepler, una del programa “Young Adult Volunteers” quien ahora es estudiante de un seminario bajo el cuidado del Presbiterio National Capital. El grupo escribe sus propias obras de teatro en donde representan sus vidas y experiencias personales para educar a otras mujeres sobre violencia doméstica, inmigración y otros temas difíciles. Este grupo visitó los E.U. auspiciado por la Agencia Presbiteriana de Misión e hizo un recorrido por diferentes lugares. El grupo nos presentó tres historias, una es la historia de Úrsula quien es miembro del grupo y no pudo viajar con las demás a los E.U. porque no le concedieron la visa. Durante la entrevista en la embajada americana ella respondió a todas las preguntas igual que las demás mujeres del grupo sin embargo no le dieron la visa sin ofrecer explicaciones. Úrsula es nativa de la cultura “mam” y no habla bien el español. Ella cree que fue discriminada debido a su vestuario tradicional y a su acento nativo. Las mujeres representaron la escena de Úrsula siendo entrevistada en la embajada americana. Las otras dos historias fueron acerca de personas muy pobres quienes tuvieron que empeñarse para poder pagar a los coyotes que les cruzaron a los E.U. Estas personas deben trabajar por un buen número de años para pagar sus deudas y ahí se va su juventud, energías y buena parte del dinero que ganan. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde allí tuvimos un viaje de varias horas por tierra hasta la ciudad de Xela donde visitamos el Café R.E.D.

Este es un proyecto de la organización DESGUA (Desarrollo Sostenible para Guatemala) fundada por inmigrantes guatemaltecos quienes han sido deportados de los E.U. DESGUA es una organización de base y una red de grupos comunitarios en Guatemala y los Estados Unidos para promover y crear un desarrollo económico y educativo con los inmigrante y comunidades Mayas que han sido devueltos al país. DESGUA busca la promoción de la identidad cultural y la recuperación de la memoria histórica como como parte integral de un desarrollo sostenible. Uno de los líderes es Willy Barrero, un joven perfectamente bilingüe quien nos explicó cómo funciona el Café R.E.D. Su lema es “El Sueño Guatemalteco ha Retornado”. Su objetivo es proveer educación y capacitación a las jóvenes generaciones para que ellas no tengan que emigrar en busca de una vida mejor. Tienen un proyecto llamado “Cocinando por el Sueño Guatemalteco”. Esta es una escuela de artes culinarias especializada en comida guatemalteca. Actualmente tienen 15 estudiantes y entre ellos está Berta, una madre soltera de 27 años con dos niños. Ella tuvo que dejar a sus hijos y emigrar a México para enviarle dinero a su familia. Allí fue explotada recibiendo salarios de miseria y tuvo que regresar a Guatemala. Su sueño es ser chef profesional para sostener a su familia con dignidad. Jessica (19 años) es otra estudiante, su padre dejó la familia para irse a los E.U. pero murió durante el viaje; su hermano decidió irse para buscar respuestas sobre la muerte de su padre, pero él tampoco regresó. “Yo quiero ser chef – dice- para mostrarle a las jóvenes generaciones que podemos alcanzar nuestros sueños en Guatemala”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Continuamos nuestro viaje por tierra a la Ciudad de Guatemala para visitar el Centro Evangélico de Estudios Pastorales en Centro América (CEDEPCA), un centro asociado con la PCUSA, donde escuchamos una presentación sobre la realidad política y social de Guatemala por la socióloga Dra. Úrsula Roldán, profesora de la Universidad Rafael Landívar en Ciudad Guatemala. Se nos dijo en su presentación que “el 11% del ingreso total del país depende de las remesas monetarias que los inmigrantes envían a sus familias”. Analizando el fenómeno de la emigración mencionó el alto nivel de violencia que imponen las pandillas llamadas “maras” sobre los dueños de tierra y pequeños negocios a quienes extorsionan hasta niveles casi insoportables forzando a los jóvenes a trabajar para ellos. Esta situación obliga a las personas a emigrar buscando una vida mejor y sin violencia. Sobre los peligros que enfrentan los emigrantes durante su viaje a los E.U. ella dijo que “los carteles de las drogas hacen el viaje mucho más peligroso”. También afirmó que lo peor que sucede con la emigración es que “convierte a las personas en mercancías”. Paul Seebeck del Servicio Presbiteriano de Noticias quien era además parte de nuestro grupo dijo, “la venta de personas como esclavos sexuales o laborales es una de las realidades que los migrantes tienen que enfrentar junto con la extorsión cuando tratan de buscar una mejor vida para sus familias”. Hablando sobre la necesidad de una Reforma Migratoria en los E.U., la Dra. Roldán mencionó que existen compañías quienes hacen ganancias con la detención de personas en la frontera. “Esas compañías no desean una reforma migratoria”. “Creemos que hay más de 500 lobistas trabajando en el Congreso de los E.U. para evitar que ocurra una reforma migratoria”, terminó diciendo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Un ómnibus internacional nos llevó desde Ciudad Guatemala hasta San Salvador, capital de El Salvador. Allí nos esperaban Kristi Van Nostran, trabajadora de misión de la PCUSA y Dori Evangelista, Coordinadoras americana y salvadoreña de la Red Uniendo Manos El Salvador. Luego de ubicarnos, ellas nos explicaron el trabajo y objetivos de su organización. “Los salvadoreños están acostumbrados a ver a los norteamericanos y las organizaciones de iglesia como proveedores de dinero y recursos así que cuando llegamos a sus comunidades ellos siempre preguntan, “¿Qué nos traen?’” nos explicó Dori. “Pero nuestro trabajo es movilizar y organizar a las personas para demostrarles que si podemos hacer cosas con nuestros propios recursos. Un ejemplo de esto son los eventos de entrenamiento que organizamos en las comunidades. A estos entrenamientos asisten personas que vienen de áreas muy aisladas. Uniendo Manos no tenía el dinero para pagar por la alimentación de los participantes pero encontramos una manera de hacerlo. Invitamos a todos los participantes a que trajesen algo de comer para compartir con otros. Al principio solo unos pocos participantes compartieron sus alimentos e incluso algunos escondían lo que tenían, pero poco a poco todo el mundo empezó a compartir y finalmente la práctica del compartir, fue la norma y así se solucionó el problema de las comidas.” ¿Le suena esto familiar? Para mí, es similar a lo que ocurrió con Jesús alimentando a 5,000 personas con 5 lonjas de pan y dos peces. El milagro más importante de esta historia bíblica fue el impacto del corazón generoso de aquel muchacho que compartió su comida con otros. Estoy seguro que ese ejemplo impactó a otros, al igual que pasó en El Salvador, y Jesús pudo alimentar a aquella multitud. ¡En la Biblia Jesús multiplicó los panes y los peces y en El Salvador, El multiplicó los corazones agradecidos! 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El grupo viajó a la pequeña ciudad de San Pedro Perulapán, a una hora de San Salvador, para visitar la organización RASA, (Red de Agricultura y Soberanía Alimentaria) que promueve una propuesta de política pública que respete la integridad de la tierra y el campesino. Esta política prioriza el uso de la tierra para la producción de alimentos en lugar de agro-energéticos. Coloca el poder de decisión para el uso de la tierra en las manos de aquellos que producen alimentos para que ellos decidan el tipo de semillas y sembrados que se deben promover en cada región así como el tipo de fertilizantes orgánicos que se deben usar. Esta política fortalece la economía nacional alimentaria priorizando la producción para el consumo nacional en lugar de la producción para la exportación. La Red Uniendo Manos del Salvador auspició la creación de una Escuela de Entrenamiento Agrico-ecológica que promueve el acercamiento entre agricultores para aprender juntos y transformar nuestro injusto sistema alimenticio. El vecindario de El Espino en San Pedro Perulapán es un ejemplo sobre cómo usar este entrenamiento. Guiados por líderes religiosos de la comunidad  entrenados en la Escuela de Entrenamiento Agro-ecológico, la Red Uniendo Manos ha creado pequeñas granjas en los patios de las viviendas así como criaderos de pollos y gallinas con alrededor de 35 familias quienes ahora producen los alimentos necesarios para suplir sus necesidades. Comenzaron un proyecto de hacer vino a partir de la Flor de Jamaica, Naranja y Arroz. El nombre de su vino es “Fuego Escondido” y producen alrededor de 200 botellas mensuales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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